Las inyecciones intravítreas son un procedimiento rápido y seguro, prácticamente indoloro y con mínimas complicaciones y efectos adversos. Usualmente se llevan a cabo bajo anestesia tópica (gotas) y puede ser llevado a cabo en el consultorio. Antes del procedimiento, su oftalmólogo limpiará su ojo para prevenir infecciones y aplicará las gotas para anestesiar el ojo. Se utiliza una aguja de pequeño calibre, similar a la que se emplea para administrar insulina. La recuperación es rápida, usualmente a lo largo del día en el que se lleva a cabo la inyección.
Los medicamentos más comunes que se administran intraocularmente son los medicamentos antiangiogénicos (impiden la formación de nuevos vasos), tales como el Avastin® (bevacizumab) y Lucentis® (ranibizumab). A nivel mundial, las inyecciones intravítreas de antiangiogénicos son la primera línea para el tratamiento de degeneración macular y también pueden ser utilizados en casos específicos de retinopatía diabética y oclusiones vasculares, entre otros.
Este tipo de medicamentos actúa atacando un químico específico en el ojo que origina el crecimiento de vasos anormales debajo o en la retina. Este químico es llamado factor de crecimiento vascular endotelial (o VEGF por sus siglas en inglés). Los antiangiogénicos bloquean la formación de VEGF y al ser bloqueado este factor, se reduce el crecimiento de nuevos vasos y disminuye la fuga de líquidos de los vasos anormales preexistentes. Al hacer esto, se ayuda a disminuir la pérdida visual y en muchos casos, mejora la visión.
En casos de retinopatía diabética u oclusiones vasculares (infartos de los ojos), inyectar este tipo de medicamentos ayuda a la prevención de hemorragias así como también favorece la reabsorción de hemorragias preexistentes y disminuye el edema (acumulación de fluido) sobre el área de mejor visión del ojo, el cual se acumula como resultado de la diabetes y/o el infarto.